LA ÉTICA DE BONHOEFFER

Ética, la obra de Dietrich Bonhoeffer, fue escrita entre 1940 y 1943. Escrita en forma de conferencias, ésta es su obra más madura, y es considera da como su principal contribución a la teología. La ética cristiana, dice, debe ser considerada con referencia al hombre regenerado, cuyo principal deseo debería ser agradar a Dios, y no con relación a un sistema filosófico hermético. El hombre no es, ni puede ser, el árbitro final del bien y del mal. Esto está reservado sólo a Dios. Cuando el hombre trata de decidir lo que está bien y lo que está mal, sus esfuerzos están condenados al fracaso. Bonhoeffer escribió que "en vez de conocer sólo al Dios que es bueno para con él y en vez de conocer a todas las cosas en Él, el hombre sólo se conoce a sí mismo como el origen del bien y del mal".Con esta declaración, Bonhoeffer ingresó en uno de los problemas filosóficos y teológicos más difíciles de la historia de la iglesia: el problema del mal. Bonhoeffer creía que el problema del mal sólo podía ser entendido a la luz de la Caída de la humanidad. La Caída causó la desunión entre el hombre y Dios, con el resultado de que el hombre es incapaz de discernir el bien y el mal. Los hombres modernos tienen una vaga inquietud acerca de su capacidad de conocer el bien y el mal. Bonhoeffer aseveró que esto es, en parte, debido al deseo de certeza filosófica. Sin embargo, Bonhoeffer instó al cristiano a ocuparse de vivir la voluntad de Dios antes que buscar un conjunto de reglas que uno pueda seguir. Y, si bien Bonhoeffer no abogaba por una revelación directa e individual en cada dilema ético, sí creía que el hombre puede tener conocimiento de la voluntad de Dios. Dijo que "si un hombre se lo pide a Dios humildemente, Dios le dará conocimiento cierto de su voluntad; y entonces, después de toda está búsqueda ferviente, habrá libertad para tomar verdaderas decisiones, y esto con la confianza de que no es el hombre sino Dios mismo que, a través de esta búsqueda, pone en efecto su voluntad".
Tal vez nuestra primera respuesta a Bonhoeffer es que parece ser una especie de místico. Sin embargo, es imperativo entender el tiempo en que estaba escribiendo, así como algunos de los problemas específicos que estaba tratando. La Segunda Guerra Mundial estaba en curso, y las grandes preguntas éticas del siglo estaban confrontando a la iglesia. Los hombres buenos, y aun los cristianos comprometidos, se encontraban en lados opuestos de la guerra. Sería ridículo suponer que el bien y el mal, en niveles individuales o nacionales, fueran obvios, y que había un acuerdo universal entre los cristianos. En medio de toda esta confusión, un joven pastor-teólogo y miembro de la resistencia sólo podía aconsejar que los creyentes se volvieran a Cristo con la expectativa de que era posible obtener verdaderas respuestas. Este tipo de confianza es sumamente necesaria entre cristianos que enfrentan un mundo desprovisto de respuestas. La fortaleza de la Ética de Bonhoeffer radica, no es su resolución sistemática de los problemas que enfrenta la iglesia, sino más bien en el reconocimiento de que la vida es compleja y que todos los sistemas fuera de la humilde sumisión a la Palabra de Dios están condenados al fracaso. Por perturbador que sea la Ética de Bonhoeffer, es un llamado refrescante a la iglesia contemporánea a arrepentirse y volver a una vida caracterizada por la oración, la marca tradicional de la iglesia primitiva

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